La obesidad infantil se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa en el  organismo. Se trata de una enfermedad metabólica multifactorial influida por elementos sociales, fisiológicos, metabólicos, moleculares y genéticos. La prevalencia es superior en varones y en edades más jóvenes entre los 2 y los 10 años.

La causa fundamental de la obesidad es un balance energético positivo, es decir, que las calorías consumidas exceden de las calorías que se gastan. Cuando los niños comen más de lo que necesitan, sus cuerpos almacenan las calorías extras en adipocitos para usarlas como energía más tarde. Si este patrón continúa con el tiempo, y sus cuerpos no necesitan esta energía almacenada, desarrollan más adipocitos y pueden presentar obesidad. Los bebés y el resto de los niños  son muy buenos para escuchar las señales de hambre y satisfacción de sus cuerpos. Ellos dejarán de comer tan pronto como sus cuerpos les indiquen que ha consumido lo suficiente.

Existe una tendencia elevada en el consumo de alimentos ricos en grasa como bollería, embutidos, productos de pastelería, huevos, bebidas de alto contenido en azúcares (refrescos, zumos de frutas…), cereales de desayuno, snacks…y  en la escasa ingesta de alimentos ricos en agua y fibra así como en el incremento en el tamaño de las raciones.

Otra de las causas que ayudan a consumir éste tipo de alimentos es la disponibilidad de dinero de los niños, unida a una oferta ilimitada de dieta desequilibrada y las fuertes campañas de marketing emprendidas por las grandes compañías que comercializan comida rápida asociada a juguetes coleccionables muy apetecibles para los niños.

La tendencia a la disminución de la actividad física debido al aumento de la naturaleza sedentaria de muchas actividades recreativas, el cambio de los modos de transporte y la creciente urbanización afectan en gran parte en la acumulación de grasa.

Las  consecuencias más importantes que producen el sobrepeso y la obesidad infantil en la salud a menudo no se manifiestan hasta la edad adulta y también dependerán de la edad de inicio y del periodo de tiempo que dure la obesidad. Estas patologías son: alteraciones ortopédicas, respiratorias y cutáneas, aumento de la incidencia de diabetes, hipertensión y dislipemia (aumento de colesterol y triglicéridos). Aparte de los problemas físicos y emocionales que surgen en la infancia.

SOLUCIÓN:

El primer paso es consultar con su médico para establecer metas saludables para bajar de peso. Lograr que toda la familia se una al plan y establecer hábitos de estilo de vida saludable es bueno para todos.

Comer una dieta equilibrada, es decir, consumir los tipos y cantidades correctas de alimentos y bebidas para mantener su cuerpo saludable.

Saber el tamaño de las porciones que debe consumir su hijo para satisfacer las necesidades de su cuerpo con respecto a los nutrientes, sin obtener demasiados de algunos e insuficiente de otros.

Moderar el consumo de carnes y derivados, con lo que se reducirían de manera sensible los aportes de proteínas de origen animal, colesterol y grasas saturadas, e incrementar el consumo de alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (pan, arroz, pasta, etc.), legumbres, frutas y verduras, frutos secos y pescado, con lo que se incrementarían los aportes de todos los minerales y vitaminas deficitarias.

Evitar las gaseosas, bebidas para deportistas y las aguas saborizadas, sobre todo las que vienen preparadas con azúcar o jarabe de maíz. Mejor escoger bebidas con edulcorantes.

Elegir siempre cereales integrales. Los granos integrales contienen una extensa variedad de micronutrientes y oligoelementos que se pierden en el proceso de refinado y que podrían ser beneficiosos para la salud. Mejora el tránsito intestinal y contribuye a prevenir y tratar el estreñimiento.

La saciedad que produce el consumo de alimentos ricos en fibra evita la ingesta de otros alimentos más calóricos, un aspecto importante como medida preventiva frente a la obesidad. También ayudan a reducir los niveles de colesterol y por tanto, el riesgo de enfermedades cardiacas.

Realizar un buen desayuno. Es la primera comida del día y la  que mayor incidencia tiene sobre el rendimiento escolar.

Evitar picar entre horas. Hay que distribuir los alimentos durante el día de manera racional.

Es conveniente acostumbrarles a masticar despacio.

Impulsar la práctica de actividad física. Los niños deben tener muchas posibilidades de jugar, correr, montar en bicicleta y practicar deportes durante el día. Los expertos recomiendan que los pequeños hagan 60 minutos de actividad moderada todos los días.

Esther Gª Echevarría.

Dto. Enfermería

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